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Kil'jaeden y el Pacto de las Sombras es parte del Capítulo III de la Historia de Warcraft.




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Criptoglifos draenei.

Desde la eternidad de las sombras, en el Torbellino del Vacío, Kil´jaeden el Embaucador observa con perversa sonrisa un pequeño mundo que, inocente, flota en el espacio. El astuto demonio está planeando su silenciosa invasión. Una invasión de las conciencias. Kil'jaeden sabe que necesita despertar una nueva fuerza que destruya todo a su paso antes de que la Legión ponga el primer pie sobre el mundo. Igual que cientos de mundos antes, Draenor sería el siguiente objetivo de la Legión. Si las razas mortales se veían obligadas a combatir en una nueva guerra, deberían estar lo suficientemente débiles para resistir cuando la verdadera invasión iniciara.

Kil´jaeden había descubierto el pacífico mundo de Draenor, en la gran inmensidad de la oscuridad más allá. A diferencia de los violentos métodos de Archimonde y Mannoroth, Kil’jaeden era más sagaz y astuto, y prefería lograr la conquista de los mundos mediante el engaño. Su método era sencillo: descubrir las ambiciones y bajos instintos de sus víctimas, e inflamarlos para su beneficio.

Draenor estaba habitado por varias razas tan distintas como impresionantes. Los draenei, una raza pacífica, habían desarrollado una civilización culturalmente más adelantada que el resto, con el descubrimiento de la agricultura y los rituales mortuorios. La otra raza, los orcos, creían firmemente en los principios elementales de la naturaleza, y su cultura se basaba en las enseñanzas del chamanismo, la cual prodigaba la comunión estrecha con los espíritus de la naturaleza. Los orcos estaban organizados en clanes, dirigidos por un jefe, que no es otro que el más fuerte de todos los guerreros, y un chamán, quien desde su juventud ha sido entrenado y educado por un maestro. Sus costumbres básicamente se basaban en la cacería y tenían un amplio sentido del honor.

De las dos razas, Kil'jaeden escogió a los fuertes guerreros orcos porque sus espíritus simplemente eran más susceptibles al mal y la corrupción, y porque su biotipo favorecía la brutalidad de la guerra. Dicen las historias, no podemos a ciencia cierta saberlo, que el demonio habló al alma de un viejo chamán orco, llamado Ner’zhul, y le prometió la eternidad y amplios poderes más allá de su imaginación. Ambos hicieron un pacto de sangre. Bajo la dirección del astuto chamán, el demonio inflamaría la guerra en el corazón de los clanes orcos. Con el tiempo, la espiritual raza fue transformada en un pueblo sediento de sangre. Se construyeron arenas para gladiadores, y los orcos comenzaron a cazar a los draenei como si fueran animales. Solamente unos pocos draenei, bajo el mando de uno de sus chamanes, Akama, habían logrado sobrevivir dentro de algunas cuevas.

Entonces, Kil'jaeden urgió a Ner'zhul y a su pueblo de tomar el ultimo paso: entregarse enteramente a la muerte y la guerra. Pero el viejo chamán, sintiendo que su gente sería esclavizada para siempre, de algun modo se resistió a las órdenes del demonio.

Frustrado por la resistencia de Ner'zhul, Kil'jaeden decidió buscar otro orco que llevara a su pueblo a las manos de la Legión. El persistente demonio finalmente encontró el discípulo ideal en el ambicioso aprendiz de Ner´zhul, Gul’dan. Kil'jaeden prometió a Gul'dan poder ilimitado si le era obediente. El joven orco, sediento de poder, se convirtió en un bravo estudiante de la magia diabólica, y se transformó en el más poderoso brujo conocido en la historia. Guiando a otros jóvenes orcos a olvidar las tradiciones chamanísticas y abrazar las artes mágicas, Gul´dan les mostró una nuevo tipo de magia a sus hermanos, un terrible poder que los llevaría a la perdición: la brujería y la nigromancia.

Kil'jaeden, viendo que su trampa sobre los orcos había funcionado, ayudó a Gul'dan a fundar el Concejo de las Sombras, una secta secreta que manipulaba a los clanes y extendería el uso de la brujería en todo Draenor. Mientras más orcos practicaban las artes mágicas de los brujos, los gentiles campos de Draenor se volvieron negros e infestados. Con el tiempo, las vastas praderas de que fueron hogar de los orcos por generaciones, se convirtieron en barro y aceite. Las energías demoníacas lentamente habían matado al pequeño mundo. |}


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